Del siglo XVII, remodelada a finales del siglo XVIII y principios del siguiente,
misioneros franciscanos lo dedicaron al Arcángel Miguel, su portada está
considerada como una de las más bellas de la región.
Sobre la redondeada barda atrial destacan figuras guardianas, macetones, un reloj
de sol y los leones rampantes que recargados sobre los arcos de los tres accesos
al atrio custodian el templo.